La experiencia única de nuestra orquesta
La música de conjunto requiere, además del esfuerzo personal del instrumentista, una abstracción a la hora de aunar todas las voluntades creadoras del mismo. Este es el trabajo del director: proponer una interpretación de una obra, sintetizando los afectos individuales.
Según este precepto, poco debiera de importar el grupo al que dirigimos, ya sea un coro, una gran orquesta o un pequeño ensemble, pero la realidad es bien diferente. La organología de los instrumentos hacen variar la manera en la que se escribe una pieza, o cómo tiene que ser interpretada. Los eventos sonoros de cada instrumento son únicos, así como los elementos compositivos que forman parte de una obra.
Cada vez que me pongo delante de la Orquesta de Guitarras de Málaga es un nuevo reto. Es necesario recrear un universo sonoro completamente ajeno a lo que se suele escuchar en las salas de conciertos. Poco tiene que ver con las grandes orquestas o bandas, ni siquiera con la guitarra como solista puede haber paralelismo. Es una mezcla compleja entre ambas.
Principalmente se encuentran dos problemas con esta tipología de agrupación: el rango dinámico y la continuidad de la masa sonora. Hacer de estos problemas una fortaleza y moldear la dirección para sacarle partido es el verdadero reto.
En cuanto al rango dinámico, puede ser un problema al encarar conciertos en grandes superficies o al aire libre, pero si la sala reúne las condiciones acústicas adecuadas, construir un discurso íntimo rico en matices que conecte con el público, como si de una conversación vis a vis se tratara, es la manera de demostrar la excepcionalidad de esta cualidad.
Por otro lado, debemos entender que la guitarra es un instrumento de cuerda pulsada y que su tiempo de exposición sonora es limitado. Mantener notas largas para cantar frases lentas y muy melódicas nos es imposible. Tocar piezas como el preludio de Lohengrin es algo irrealizable para nosotros. Pero ello no quita que tanto composiciones originales como arreglos de música preexistente, no explore recursos guitarrísticos para dar continuidad a los discursos, dotándolos de una nueva dimensión, aportando texturas nuevas que en una orquesta no se pueden conseguir.
Esta característica requiere de una precisión en el ataque de todos los guitarristas, un aspecto que es crucial y que ocupa mucho tiempo dentro de los ensayos, para conseguir un resultado de calidad.
Por suerte, la dimensión humana y la afinidad de todos nosotros, hacen que se llegue a trabajar en una misma dirección para obtener los resultados deseados. La compenetración entre integrantes, y de estos con el director es nuestro mayor fuerte. La prueba de ello es la experiencia sonora de la que os invitamos a ser testigos en nuestros próximos conciertos.
Álvaro Pérez Rubio